domingo, 22 de junio de 2008

Rojo Sangre

Siempre me ha atraído el color rojo de la sangre. Aún me sucede. No como concepto de fin sino de inicio. No como concepto adyacente a la muerte, sino todo lo contrario, a la vida.
Las películas de Christopher Lee tuvieron mucho que ver con esta extraña atracción. Hablo en concreto de las referidas al personaje de Drácula.
El vampiro mordía con ansia en el cuello, a tiernas señoritas cuyos rostros contaban con la bendición divina de una belleza mucho más allá de lo terrenal. La tez blancuzca e inocente, adolecida por un infame rictus de cohibición liberaba tras el sensual mordisco una salvaje sensación de libertad.
Eran los 60´s y el mundo despertaba a la sexualidad. La mordedura de Drácula significaba; una puerta abierta al placer femenino que hasta este momento estaba restringido, publicamente hablando.
Hoy he vuelto a ver un mordisco de Christopher Lee y me sigue pareciendo igual de erótico que entonces.
He pensado que todo concepto tiene un valor oculto. Es como si intentaramos describir una caja de cerillas solamente en las tres dimensiones que nuestras intrínsecas facultades nos permiten ver.
No era simplemente una película de miedo, había mucho más implícito en aquellas secuencias. Mi mente captó algo distinto en las escenas; algo violento, algo prohibido, algo salvaje.
Hoy, ahora mismo, algo puede estar ocurriendo, esperando: en una obra de teatro, en una canción, en un libro, en una película de miedo o en un estúpido anuncio de televisión; puede que un mundo venidero esté expectante, preparado, oculto en el mensaje.
Preparándose para saltar y morder.

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