miércoles, 13 de agosto de 2008

El miedo

Uno no elige sus miedos. Son los miedos los que lo eligen a uno.
Desde que el ser nace todos los miedos del universo observan el momento adecuado para avalanzarse sobre él y someterlo a las fobias que acarrean.
Basta que el ser se sienta confuso, temeroso o dubitativo ante una determinada circunstancia, para que uno de esos miedos aproveche la coyuntura y logre alcanzar su objetivo.
El ser relacionará la situación concreta adyacente con el miedo que en ese momento haya rozado su aura sentimental y desde este momento quedará adscrito a él.
Hay un dicho que afirma que "la mejor forma de librarse de un miedo es enfrentarse a él", pero esta solución no siempre debe ser la más recomendable:
El término valiente, es un término obtuso, ya que se interpreta como símbolo de virtud y sin embargo en la práctica común, no se entiende como tal.
La virtud se caracteriza por ser un punto intermedio, una balsa que posada en aguas tranquilas se balancea con el suave ritmo de la marea.
Valiente por tanto no significa lanzarse sin pensar a superar un miedo, arriesgarnos sin que nos importe qué vamos a encontrar después de éste. Podría actuar así un loco y no sería plausible llamarlo "valiente". Tampoco es virtud, actuar en el extremo contrario; no avanzar, quedarnos estáticos y temerosos de lo que podemos encontrar y que esta actitud nos impida actuar de alguna forma.
Ser valiente, como virtud en sí misma, es sopesar la situación, escrutar hasta el más mínimo resquicio y decidir con sabiduria si el paso que daremos debe ser más o menos profundo, porque es así como actuaremos con virtud y es éste el fin de la valentía.

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