Encerrado en un tiempo indeseado, rodeado del hastío y sin pasión, se espera que en el ignoto inconmesurable del destino se sigan librando más de mil batallas que nos lleven a una emoción en su fase más básica y primitiva.
Esperando que encendiendo las llamas de la acción surja de esta peregrinación la llegada y de la llegada el calor y ¿por qué no? el valor para acometer, nos encontramos en el camino de ida. Camino cada vez más corto e indispensable.
Al menos no podré decir que no he hecho nada.
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