Antaño, sucedía a veces, que tras un día agotador y una noche revitalizadora, me levantaba al día siguiente sintiéndome de alguna manera limpio, en blanco, en espacio.
Era una sensación increíblemente placentera que de alguna forma me abría de lleno a experimentar las nuevas experiencias del día. Esta sensación daba lugar a una ilusión sin parangón que se filtraba en cada una de las fibras de mi cuerpo y que, por algún extraño motivo, me hacía sonreir.
Actualmente, existen mañanas, donde esa misma sensación, no toda, pero una pequeña parte de ella, parece florecer de nuevo de manera cautivadora en algún lugar de mi ser y aunque no termina de desarrolarse de tan singular manera, al menos, me retrotrae a lo que en algún momento de mi vida ello llegó a significar.
Hoy, al despertarme, sin saber por qué, he sonreído.
Era una sensación increíblemente placentera que de alguna forma me abría de lleno a experimentar las nuevas experiencias del día. Esta sensación daba lugar a una ilusión sin parangón que se filtraba en cada una de las fibras de mi cuerpo y que, por algún extraño motivo, me hacía sonreir.
Actualmente, existen mañanas, donde esa misma sensación, no toda, pero una pequeña parte de ella, parece florecer de nuevo de manera cautivadora en algún lugar de mi ser y aunque no termina de desarrolarse de tan singular manera, al menos, me retrotrae a lo que en algún momento de mi vida ello llegó a significar.
Hoy, al despertarme, sin saber por qué, he sonreído.