Sin plantearse otra solución salvo la del despiste, una conducta empíricamente aprendida por condicionamiento instrumental que le ofreció tantos beneficios en el pasado, este animal sin nombre que forma parte de la especie humana, confía en que el mismo comportamiento le siga concediendo tan sinpares beneficios en el futuro.
Lo que realmente no sabe, o puede que sí, pero que su escasez de recursos le impide comprender, aquello, que no debe ser clasificado como él ya que el pronombre lo humanizaría en demasía, deja a su espalda un haz de mentiras nada piadosas que ha terminado por adelantarse a la llegada de su propia entidad.